Tener árboles en casa es un privilegio
La semana pasada, la ciudad en la que vivo se vio afectada por una tormenta eléctrica y vientos de hasta 80 kilómetros por hora, en un acontecimiento climatológico calificado como “atípico” que causó varios destrozos. Este evento provocó una de las tragedias más dolorosas del año para el estado: en un evento gratuito de entretenimiento, varias personas y familias fueron gravemente afectadas por el derrumbe del escenario donde se iba a presentar un grupo musical.
Este suceso me ha conmovido profundamente, y espero que las personas afectadas cuenten con el apoyo necesario para salir adelante.
Al día siguiente de la tragedia, salí de mi casa para evaluar los daños en los alrededores. Con el corazón apesadumbrado, me di cuenta de que el árbol de mi casa, conocido como “Trueno”, había perdido dos de sus ramas más prominentes, dejándolo raquítico. Perdió gran parte de la vida y la sombra que brindaba.
Pensé con tristeza en cómo al árbol le faltaban muchas de sus ramas, así como a mi ciudad ahora le faltan personas.
Tener un árbol en casa es un privilegio, empezando por tener el espacio adecuado para cultivarlo y una propiedad donde pueda crecer. Esto implica un nivel de estabilidad y recursos económicos que no todos tienen. Un árbol ayuda a regular la temperatura, tiene efectos positivos en el estado de ánimo, puede producir alimentos y ser el hogar de otros organismos.
Las condiciones climáticas “atípicas” que sacudieron la ciudad nos recordaron que el cambio es impredecible y que las tragedias también lo pueden ser. Ante la incertidumbre, me centro en pensar: ¿cuáles son las cosas que puedo controlar? ¿Qué actividades pueden aliviar la ansiedad que no puedo evitar? Tener al menos un árbol cerca, cuidarlo y regarlo, despierta una conciencia ambiental. Es un punto de partida para valorar el medio ambiente e incluso tomar acciones para protegerlo. Es un símbolo de resiliencia y adaptación ante los desafíos.
Es una razón que vale la pena cuidar.
También me inspira y me da esperanza escuchar a todos los líderes emergentes que aparecen como una luz en la oscuridad de la tragedia. Me conmueve saber de la movilización de los servicios de protección civil, funcionarios públicos, hospitales e incluso ciudadanos voluntarios que se asumen en la primera línea de respuesta para ayudar a quien lo necesite. Son estas situaciones transformadoras las que traen consigo un cambio para que no vuelvan a suceder o, si suceden, responder de la manera más óptima posible.
El camino a la mejora continua es un ejercicio constante de calibración. No es estático, es responsivo y siempre adaptable a las situaciones.
He notado que el cambio es impactante y memorable cuando las reglas tradicionales de gestión a menudo son limitantes o fallan en momentos de crisis. Los líderes deben ir más allá de la empatía y tomar acciones concretas para ayudar a las personas a su cargo a sobrellevar el dolor. Es sumamente importante que exista la compasión organizacional, pues no solo puede mitigar el sufrimiento inmediato, sino también fortalecer la resiliencia y el compromiso de los empleados, lo que a su vez ayuda a mantener el rendimiento en tiempos difíciles.
Un artículo titulado “Liderar en Tiempos de Trauma” de HBR sugiere que los líderes deben crear un contexto para el significado y la acción. Esto incluye:
Mostrar humanidad y vulnerabilidad: Compartir abiertamente sus propias emociones puede ayudar a otros a hacer lo mismo. Ser líderes vulnerables, como lo mencionó Luis Salas en el primer evento que organicé de Mavericks: Godínez que rompen moldes. Síguelo en sus redes sociales.
Estar presentes física y emocionalmente: Acompañar a los empleados en su dolor puede tener un efecto curativo poderoso.
Cuidar las necesidades básicas: Ayudar con necesidades prácticas (como alojamiento o comida) permite a los empleados concentrarse en sobrellevar su dolor.
Reforzar valores organizacionales: Recordar a los empleados el propósito más amplio de su trabajo puede ayudar a encontrar sentido en tiempos difíciles.
También hay que considerar que las respuestas compasivas no siempre tienen que venir de la alta dirección; los empleados y colaboradores de todos los niveles pueden y deben tomar la iniciativa para apoyar a la comunidad.
Cuando un líder, gobierno u organización no logra proporcionar apoyo emocional, la lealtad de sus colaboradores o ciudadanos se erosiona o incluso resulta afectada.
Aunque preferiríamos no enfrentar tales situaciones, el liderazgo compasivo es esencial para nutrir la humanidad que puede hacer grande a un país, estado, comunidad y organización.
Tener un árbol es un privilegio; cuidarlo y verlo afectado por una inclemencia del clima es doloroso. Pero es a través del dolor que puede suceder una transformación, una convicción por cuidar más árboles y, de paso, puede nacer la misión de nuevos líderes emergentes para crear una comunidad que, aunque haya vivido una tragedia, se erige con fortaleza y con una nueva perspectiva hacia un futuro cambiante, pero positivo.
Referencias:
Dutton, J. E. (2015, September 15). Leading in times of trauma. Harvard Business Review. https://hbr.org/2002/01/leading-in-times-of-trauma