Cuando la censura se disfraza de protección
Últimamente he estado pensando en algo que me tiene inquieta. Vivimos conectados 24/7, opinamos de todo en tiempo real, y tenemos acceso a más información que cualquier generación anterior. Pero al mismo tiempo, algo raro está pasando. Se están instalando formas cada vez más sutiles de controlar lo que podemos decir, ver o pensar.
Las señales están ahí, claritas. Pero por alguna razón, nadie quiere usar la palabra que describe exactamente lo que está pasando: censura.
Hace unos días CBS canceló "The Late Show with Stephen Colbert". ¿Un programa exitoso, número uno en su horario? El cual nos ha brindado momentos inolvidables como este. No tiene mucho sentido, ¿verdad? Oficialmente dijeron que fue por dinero. Pero si lo pienso un momento: Colbert era de los críticos más duros de Trump. La cancelación llegó justo cuando la empresa madre de CBS necesita aprobación gubernamental para una fusión. Y Trump celebró en redes: "Me encanta que hayan despedido a Colbert."
¿Coincidencia? Los escritores del programa no lo creen. Hablan de un posible "soborno" para quedar bien con el gobierno.
Pero no hay que irse hasta Estados Unidos para ver estas cosas. Aquí en México tenemos el caso de Karla Estrella. Escribió un tweet criticando a una diputada. Un tweet normal, de esos que escribimos todos los días. ¿El resultado? El Tribunal Electoral la sancionó. Tiene que disculparse públicamente en redes durante un mes completo, pagar multa, tomar un curso obligatorio de "sensibilización de género" y queda registrada oficialmente por "violencia política de género."
Todo esto. Por un tweet.
Lo que más me molesta es cómo justifican la sanción. Dicen que criticar a una mujer política es "violencia de género." Con esa lógica, cualquier crítica a cualquier mujer en el poder se vuelve delito. ¿No les parece que esto protege demasiado a los servidores públicos? La propia Karla lo dijo perfecto: "reconocer que denunciaste un tuit que te incomodó para dejar un precedente es censura."
Tiene razón. Pero aquí viene lo interesante: ¿por qué nos da tanto miedo usar esa palabra?
Hemos aprendido a aceptar otros términos más bonitos. "Regulación de contenido." "Medidas de protección." Cuando viene de un tribunal o tiene un marco legal, de repente suena menos problemático. Se viste de causas nobles: proteger a las mujeres, cuidar la seguridad nacional, combatir el odio.
Pero el resultado es el mismo. Nos dicen qué podemos decir y qué no.
Y esto me preocupa porque estamos viviendo la tormenta perfecta para nuestro pensamiento crítico. Por un lado, tenemos estas restricciones políticas cada vez más sofisticadas. Por el otro, la inteligencia artificial está creando contenido falso a una velocidad impresionante. Cada vez es más difícil saber qué es real y qué no.
Agreguen a eso que cada burbuja social tiene su propia "verdad" y tenemos un desastre. No es que seamos flojos para pensar. Es que genuinamente se ha vuelto más complicado navegar la realidad.
Imagínense: los políticos pueden silenciar críticas bajo el pretexto de "regulación." Las plataformas eliminan contenido por "políticas comunitarias." La IA genera información convincente pero falsa a escala industrial. ¿El resultado? Ciudadanos más confundidos, más dependientes de fuentes "oficiales" para entender qué está pasando.
Este deterioro no pasa de la noche a la mañana. Es gradual. Cada restricción, cada "regulación," cada algoritmo que decide qué vemos va moldeando nuestra percepción del mundo. Nos acostumbramos a que otros filtren nuestra información. Nos volvemos menos curiosos, menos cuestionadores.
La democratización de la información que prometía internet se está revirtiendo. En lugar de ciudadanos más informados, estamos creando sociedades más fáciles de manipular.
Por eso me da mucho gusto cuando veo medios como Verificado. Se han comprometido con la transparencia, el rigor en las fuentes y la verificación factual. No se trata solo de combatir noticias falsas. Se trata de mantener vivos los estándares de lo que significa información confiable cuando esos estándares están bajo ataque.
Estos medios nos recuerdan algo importante: verificar no es censurar. Es lo contrario. Es la herramienta que nos permite pensar críticamente basándonos en hechos reales.
Las señales están ahí para quien quiera verlas. Colbert y Karla Estrella, casos aparentemente diferentes, forman parte del mismo patrón: control creciente sobre lo que podemos decir, justificado de mil maneras distintas.
La pregunta no es si esto va a seguir pasando. Probablemente sí. La pregunta es si nosotros vamos a tener el valor de llamar a las cosas por su nombre y defender nuestro derecho a pensar, cuestionar y expresarnos libremente.
Porque cuando dejamos de nombrar la censura por lo que es, cuando aceptamos que otros decidan qué información merecemos, cuando normalizamos el control del pensamiento "por nuestro bien," no solo perdemos la libertad de expresión.
Perdemos la libertad, punto.