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 La rebelde más brillante que desafió las estrellas

La rebelde más brillante que desafió las estrellas

Esta semana perdimos a una de las voces más brillantes de la ciencia mexicana: Julieta Fierro. Su partida nos deja un vacío que se siente tan vasto como el universo que ella dedicó su vida a explicarnos. Pero también nos deja algo invaluable: el ejemplo de una mujer que convirtió las limitaciones en trampolines y las dudas ajenas en combustible para sus propios sueños.

Imagínate el año 1966. Una chica de 18 años, con dislexia, llega a la Facultad de Ciencias de la UNAM para estudiar física. Era una de apenas cinco mujeres en una generación de 80 estudiantes. Su propio padre, un médico conservador, le había "permitido" estudiar esa carrera porque estaba seguro de que iba a reprobar, que las mujeres tenían "un cerebro de menor capacidad que el de los hombres."

Qué ironía tan fantástica que precisamente esa subestimación se convirtiera en la gasolina que prendió una carrera de una rockstar en la divulgación científica de nuestro país.

Hace unos días, el psicólogo Adam Grant compartió un estudio que me pareció interesante: resulta que los hombres se vuelven más empáticos cuando tienen hijas. Los datos de más de 12,000 CEOs muestran que después de tener una hija primogénita, invierten 10% más en responsabilidad social y les pagan mejor a sus empleadas.

Pero el papá de Julieta vivía en una época muy distinta. Mientras que ahora los datos muestran cómo los hombres desarrollan más empatía al tener hijas, él venía de una generación donde esas ideas sobre las capacidades limitadas de las mujeres eran lo "normal", lo esperado. No era necesariamente malvado o excepcional; simplemente estaba atrapado en los paradigmas de su tiempo, esos que estaban tan metidos en la sociedad que ni siquiera tener hijas pudo quebrarlos.

Lo que me fascina es cómo cada obstáculo lo convirtió en una oportunidad para demostrar lo contrario. Cuando su papá trató de desanimarla, ella se lo tomó como reto personal. Cuando el sistema educativo le enseñaba matemáticas de forma aburrida, ella desarrolló métodos para explicar que fueran "bonito, divertido, interesante", algo que aprendió de su hermano Miguel, quien tenía síndrome de Down y se volvió una de sus más grandes inspiraciones.

Para Julieta, la ciencia era libertad. Libertad de cuestionar, de explorar, de no conformarse con las verdades absolutas porque, como ella sabía, la ciencia no tiene verdades absolutas, solo verdades parciales que siempre están cambiando.

Su historia me hace reflexionar sobre algo que también he vivido: esos hombres que se dicen feministas solo porque tienen una hermana, una hija o una mamá. El estudio de Grant está maravilloso, pero se queda corto. El verdadero feminismo no es nada más tener empatía por las mujeres de tu familia; es cuestionar y tumbar los sistemas que nos limitan a todas, aunque a ti no te afecten para nada.

¿Cuántas veces nos hemos frenado de hacer lo que queremos porque nos preocupa qué van a pensar los demás? ¿Y cuántas veces esa voz que nos para viene justamente de quienes más nos quieren?

Julieta nos enseñó que a veces rebelarse no es destruir, sino construir. Cuando su papá le dijo que las mujeres tenían cerebros de menor capacidad, ella se puso a estudiar. Cuando el mundo académico le mostró que las mujeres eran minoría, no se desanimó; se dedicó a abrir espacios para las que venían atrás de ella.

Nos dijo que la creatividad no necesita que seas un genio, solo entrenar el cerebro para conectar ideas que ya existen de maneras nuevas. Su propia vida fue la prueba más grande de esta filosofía. Nos invitó a acercarnos a la ciencia por pura curiosidad y nos mostró que "la ciencia permite la libertad", no solo la libertad de entender el universo, sino la libertad de desafiar las limitaciones que otros nos quieren poner.

Hoy, mientras me despido de Julieta Fierro, podemos estar seguros de que su luz sigue viajando hacia nosotros, como esa de las estrellas que tanto amaba estudiar. Su ejemplo nos recuerda que cada vez que una mujer elige estudiar ciencias, cada vez que alguien explica un concepto complejo de manera sencilla y divertida, cada vez que nos negamos a aceptar las limitaciones que otros ponen sobre nuestros sueños, estamos honrando su memoria.

La astronomía nos enseña que podemos ver el pasado en el brillo de las estrellas (por su velocidad). En el caso de Julieta Fierro, su brillo nos permite ver un futuro donde las niñas no tengan que demostrar que sus cerebros son lo suficientemente capaces, donde la ciencia sea verdaderamente para todos, y donde la brillante rebeldía de quienes se atreven a soñar en grande siga iluminando el camino para las generaciones futuras.

Gracias, Julieta, por mostrarnos que a veces la mejor manera de tocar las estrellas es negándose a mantener los pies en el suelo cuando otros insisten en que ese es nuestro lugar.


Tuve la oportunidad de participar por segunda ocasión en el evento que organiza CAINTRA Nuevo León la #ExpoPymeCaintra 2025, con mi charla sobre cómo sobrevivir a la cultura de la urgencia.

🚀 Platiqué que vivir "apagando fuegos" constantemente nos quita tiempo para lo verdaderamente importante: la innovación, la creatividad y la estrategia.

Haz click para ver la charla que J. Rene Nava C. y Cynthia Quiroga grabaron:

https://youtu.be/ITQ2UH6ZxMs?si=z_LVUOcavUpjmPY-

Por acá te comparto los puntos clave:

📢Responder, no reaccionar: Tomarse una pausa para analizar antes de actuar nos evita cometer errores y sentar malos precedentes.

⌛️El tiempo es un tesoro: Es el recurso más valioso que tenemos y no tiene política de devolución. ¡Hay que protegerlo!.

📆La trampa del calendario lleno: Estar ocupado no es sinónimo de ser productivo. Las juntas constantes pueden costar mucho dinero y energía.

Y finalmente, somos más que nuestro trabajo: Nuestro valor no se mide por lo que producimos. El descanso, la familia y la salud son fundamentales.

Esta charla me parece muy necesaria para repensar cómo trabajamos y vivimos en un mundo tan ajetreado.

Confesiones de una "Apagafuegos" en recuperación

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