Vida personal vs. Auditoría laboral
Últimamente me he encontrado en esa situación incómoda donde pareciera que mis actividades fuera del trabajo están bajo constante escrutinio bajo los ojos de los colegas, como si cada decisión personal fuera un indicador de mi "compromiso" profesional. Es esa mirada evaluadora que sugiere: "¿cómo puede tener tiempo para eso si realmente está enfocada en su carrera?"
La ironía es que vivo en un miedo irracional constante de perder mi trabajo. Ese mismo trabajo que me permite ser la "socia capitalista de mis sueños personales", como me gusta decir. En mi faceta godín soy una empleada comprometida y, aunque me incomoda "echarme flores", los hechos no mienten: soy de alto rendimiento.
Pero esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre algo más profundo. Me recuerda constantemente a mis amigas que son madres. Ellas enfrentan esta misma "fiscalización" multiplicada por mil. La diferencia es que en su caso, la sociedad ha normalizado tanto esta discriminación que ni siquiera la cuestionamos.
Las estadísticas son brutales. En México, solo 4 de cada 10 mujeres entre 25 y 49 años con hijos menores de tres años trabajan, comparado con 7 de cada 10 mujeres sin hijos en el mismo rango de edad (INEGI y ONU Mujeres). ¿La razón? No es que las madres sean menos capaces o comprometidas, sino que existe una percepción sistemática de que sus "consideraciones" personales las convierten automáticamente en empleadas de "segunda categoría".
El 29% de las personas trabajadoras en México ha tenido que pausar su carrera por situaciones personales, y casi la mitad son mujeres casadas (44%) mientras que el 51% son madres (ManpowerGroup México 2023). Pero aquí está el giro: las mujeres reinvierten el 90% de sus ingresos en sus familias y comunidades, comparado con el 35% de los hombres. ¿Quién suena más comprometido? (Goldman Sachs)
Tal vez mi miedo irracional al despido no es tan irracional después de todo. Tal vez es mi cerebro procesando una realidad laboral donde las mujeres constantemente tenemos que demostrar que merecemos estar ahí. El 75% de las mujeres ejecutivas han experimentado el síndrome del impostor en algún momento de su carrera. (Catalyst Research)
Combatir este síndrome con hechos reales no es vanidad, es supervivencia profesional. Es la diferencia entre ser vista como alguien que "tiene suerte de estar ahí" versus alguien que "se ganó su lugar con su trabajo propio".
Lo más perverso de esta dinámica es cómo se disfraza de protección. A las madres trabajadoras se les ofrecen "consideraciones" que terminando limitando su crecimiento. No se les dan los proyectos desafiantes "para que no se estresen", no se les considera para viajes de trabajo "porque tienen responsabilidades en casa".
Estas "consideraciones" bien intencionadas se convierten en barreras invisibles. Y lo mismo pasa cuando nos "fiscalizan" por tener vida personal: la implicación es que deberíamos estar agradecidas por las "consideraciones" que nos dan, sin cuestionar si esas mismas consideraciones nos están limitando.
La realidad es que podemos ser multifacéticas y excelentes al mismo tiempo. Podemos ser madres dedicadas Y líderes visionarias. Podemos tener hobbies apasionantes Y ser empleadas de alto rendimiento. Podemos invertir en nuestros sueños personales Y ser profesionales comprometidas.
El problema no es nuestro desempeño real, es la percepción de que las mujeres no podemos compartimentar o que nuestro "compromiso" se mide por cuánto sacrificamos de nosotras mismas.
Tal vez es hora de cambiar la conversación. En lugar de demostrar constantemente que merecemos estar ahí, empecemos a cuestionar por qué se asume lo contrario. En lugar de aceptar "consideraciones" que nos limitan, exijamos oportunidades reales basadas en nuestro desempeño.
Porque al final del día, los hechos hablan más fuerte que los prejuicios. Y los hechos dicen que somos imparables.
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