Be•Ar mI•NUS,
SE REFIERE A REALIZAR ACTIVIDADES CON EL MÍNIMO ESFUERZO, SE REFIERE A PREGUNTARSE DOS VECES EL PORQUÉ DE LAS COSAS Y SE REFIERE A LA ACEPTACIÓN DE LO QUE SOMOS.

Navegando un mundo que excluye

Navegando un mundo que excluye

Como persona cuidadora y diseñadora, vivo en un estado constante de evaluación empática del mundo que me rodea. Esta doble perspectiva me ha enseñado que la empatía no es solo un sentimiento abstracto, sino una herramienta pragmática que aplicamos día a día cuando nos enfrentamos a espacios que, lejos de incluir, excluyen sistemáticamente.

Cada lugar al que voy se convierte en un escenario de evaluación: ¿es de acceso fácil? ¿La rampa es adecuada, empinada o simplemente imposible de usar? ¿Hay grietas en el piso o está desalineado? ¿La banqueta es lo suficientemente ancha o es inexistente? ¿El barandal está a una altura adecuada? ¿Los escalones están claramente señalados y tienen antiderrapante?

Pero los obstáculos van mucho más allá de lo obvio: ¿las puertas son lo suficientemente anchas para una silla de ruedas? ¿Los botones del elevador están a una altura accesible? ¿Las fuentes de agua tienen la inclinación correcta? ¿Los semáforos dan el tiempo suficiente para cruzar? ¿Los baños públicos tienen barras de apoyo bien instaladas? ¿La iluminación es adecuada para personas con baja visión? ¿Los menús en restaurantes están disponibles en formatos accesibles? ¿Las mesas tienen la altura correcta? ¿Los estacionamientos reservados están realmente cerca de las entradas? ¿Las superficies son antiderrapantes cuando llueve? ¿Los acabados de las paredes permiten orientación táctil? ¿Las señalizaciones tienen contraste suficiente? ¿Los espacios de espera tienen asientos con respaldo y apoyabrazos?

Esta lista podría continuar infinitamente, porque la realidad es que nuestros espacios están plagados de miles de micro y macro obstáculos que convierten la navegación cotidiana en una carrera de obstáculos para las personas con discapacidades y sus cuidadores.

Tuve el honor de conocer a Guillermo Vilchez (Q.E.P.D.) cuando compartimos espacio en el primer evento de Disrupt HR. Su visión sobre la inclusión como beneficio universal, no como favor, sigue resonando en mi práctica diaria. Guillermo nos enseñó que cuando diseñamos para las personas con discapacidades, mejoramos el diseño para toda la población. Sus siete principios del diseño universal no son solo teoría académica, sino herramientas de supervivencia para quienes navegamos este mundo como cuidadores.

Como él solía decir:

"Las discapacidades nos están haciendo el favor de reconocer cuáles son los procesos adecuados para lograrlo."

Esta perspectiva transforma nuestra comprensión: no estamos pidiendo favores especiales, estamos señalando deficiencias de diseño que afectan a todos.

Cualquier político que proclame que su ciudad está hecha para todos es, simplemente, un mentiroso. La evidencia está en cada esquina mal diseñada, en cada rampa que parece más una montaña rusa, en cada baño público inaccesible, en cada transporte público que excluye.

Esta realidad física se traduce en un agotamiento acumulativo que va más allá del cuidado directo. Como cuidadores, no solo lidiamos con las necesidades médicas y emocionales de nuestros seres queridos, sino que también debemos ser arquitectos improvisados, evaluando constantemente la viabilidad de cada espacio, planificando rutas alternativas, y a menudo renunciando a actividades simplemente porque el lugar no es accesible.

Las condiciones laborales que no son user-friendly se suman a esta ecuación. Oficinas con escalones innecesarios, baños lejos de las áreas de trabajo, estacionamientos mal ubicados, y espacios de reunión inaccesibles no solo limitan las oportunidades laborales para las personas con discapacidades, sino que también impactan a quienes somos sus cuidadores y necesitamos flexibilidad y comprensión.

La infraestructura de transporte público deficiente completa este círculo vicioso. Autobuses sin rampas funcionales, estaciones de metro sin elevadores, horarios poco frecuentes y rutas que no conectan centros de salud, convierten cada traslado en una odisea logística que consume tiempo, energía y recursos económicos.

La inclusión no es un acto de caridad; es una inversión inteligente en eficiencia, productividad y bienestar social. Cuando los espacios son verdaderamente inclusivos, todos ganamos: las familias pueden participar plenamente en la vida social, los trabajadores pueden ser más productivos, y la sociedad se beneficia del talento y la perspectiva de todos sus miembros.

Como cuidadores, llevamos en nosotros una lente única que puede transformar el diseño de nuestros espacios. Nuestra experiencia diaria navegando obstáculos nos convierte en expertos involuntarios en detección de barreras. Es hora de que esta expertise sea reconocida y valorada en los procesos de diseño urbano, arquitectónico y de políticas públicas.

La próxima vez que veas a una persona cuidadora evaluando silenciosamente un espacio, recuerda que no está siendo exigente o difícil. Está aplicando una forma de empatía pragmática que, si fuera escuchada e implementada, mejoraría la experiencia de todos.

Porque al final, todos somos temporalmente capaces. Y cuando llegue nuestro momento de necesitar espacios más inclusivos, esperemos que quienes nos cuiden encuentren un mundo que los incluya, no que los excluya.


Referencias:

Opportunities in the hidden costs of caregiving. (n.d.). IDEO. https://www.ideo.com/journal/opportunities-in-the-hidden-costs-of-caregiving

Vida personal vs. Auditoría laboral

Vida personal vs. Auditoría laboral

Cuando la Representación se vuelve Resistencia

Cuando la Representación se vuelve Resistencia