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El colapso de un robot y la productividad extrema

El colapso de un robot y la productividad extrema

Esta semana, mi amiga Gricelda me compartió un artículo que me dejó pensando profundamente. El título, tan intrigante como inquietante, rezaba: ¿Qué nos dice el robot suicida de Corea del Sur sobre el estrés laboral humano? En él, se narra cómo un robot administrativo en Corea del Sur colapsó bajo la presión del trabajo, un evento que, aunque insólito, pone en evidencia un problema que va más allá de las máquinas: el agotamiento extremo que sufren los seres humanos en entornos laborales demandantes.

El caso de este "robot suicida", como se le ha llamado, es más que una anécdota curiosa; es una metáfora poderosa de cómo las cargas laborales excesivas pueden llevar a cualquier ser —sea humano o máquina— al borde del colapso. Si una máquina, diseñada para soportar jornadas interminables y tareas repetitivas, no pudo aguantar la presión, ¿qué podemos esperar de nosotros mismos, seres humanos, cuando estamos constantemente bombardeados por demandas incesantes?

El artículo destaca que en México, trabajamos en promedio 52 horas a la semana, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una cifra alarmante que nos coloca como el país con las jornadas laborales más largas del mundo. Este dato es un reflejo de la cultura de productividad extrema que se ha normalizado en nuestra sociedad, donde salir del trabajo a la hora estipulada es visto casi como un acto de rebelión, y llegar antes de la hora de entrada se ha convertido en una muestra de "dedicación".

En nuestras vidas, nos hemos acostumbrado a la idea de que debemos ser infalibles, como máquinas. Desde pequeños, nos inculcan que no debemos equivocarnos, que el descanso es para los perezosos, y que, si realmente queremos ser exitosos, debemos estar dispuestos a sacrificar nuestra salud mental y física en el altar de la productividad. Sin embargo, como bien lo menciono en muchas de mis charlas sobre burnout, incluso una computadora colapsa cuando tiene demasiadas pestañas abiertas, cuando intenta procesar más de lo que su sistema puede soportar. Nosotros no somos diferentes.

La deuda invisible a la productividad

Nos cuesta aceptar que no somos máquinas porque hemos crecido con la idea de que debemos serlo. Nos juzgan por salir a la hora de salida, por no hacer horas extra, y se nos recompensa con más responsabilidad cuando demostramos eficiencia. Pero, ¿cómo podemos mejorarnos si siempre estamos dando el 100% sin descanso? Vivimos en una especie de deuda invisible y constante hacia la productividad, donde el tiempo —una moneda que no acepta devoluciones— se sacrifica sin contemplaciones.

El robot que decidió "suicidarse" no es solo una máquina que falló; es un espejo que refleja la rutina sin rumbo que tanto daño nos hace. Nos muestra que sin un objetivo claro y sin un balance saludable entre trabajo y descanso, tanto las máquinas como las personas pueden colapsar.

Más allá de brindar pasos para “curarte” del burnout, mi invitación constante es replantear nuestras expectativas y entender que el bienestar debe ser una prioridad. Como líderes, colegas, y seres humanos, debemos aprender a identificar los signos de agotamiento, a establecer límites claros, y a fomentar una cultura donde el descanso no sea un lujo, sino una necesidad.

La inteligencia artificial y la automatización vienen a facilitarnos la vida, no a reemplazar nuestra humanidad. Tomemos esta lección del robot surcoreano para reflexionar sobre nuestra propia vida laboral y hacer los ajustes necesarios antes de que, como él, lleguemos al punto de no retorno.


Referencias:

Malacara, N. (2024, August 16). ¿Qué nos dice el “robot suicida” de Corea del Sur sobre el estrés laboral humano? Expansión. https://expansion.mx/carrera/2024/08/15/robot-suicida-corea-del-sur-estres-laboral-humano

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