¿Quién controla las redes que nos controlan?
Mientras seguimos navegando por los primeros días de este 2025, es inevitable notar cómo los algoritmos de nuestras redes sociales reflejan el estado del mundo. Esta semana, el tema dominante en mi feed ha sido el posible cierre de TikTok en Estados Unidos, un tema que ha generado incertidumbre, especulación y, por supuesto, un torrente de memes.
Pero más allá del destino de la red social, este tipo de situaciones nos invita a reflexionar sobre quién controla las plataformas que moldean nuestras interacciones digitales. Mi pronóstico es que TikTok será adquirido por algún multimillonario, gigante tecnológico o, incluso, una figura influyente del mundo digital. Sin embargo, mi mayor temor es que la adquisición caiga en manos de alguien que, como ya hemos visto antes, priorice la agenda personal o política sobre el valor real de la información.
Este temor no es nuevo, y el artículo de Rebecca Shaw titulado "I knew one day I’d have to watch powerful men burn the world down – I just didn’t expect them to be such losers" pone el dedo en la llaga. Shaw introduce el concepto del poder patético, señalando cómo algunas de las figuras más influyentes de la tecnología y la política no solo toman decisiones que afectan a millones, sino que lo hacen mientras intentan desesperadamente ser percibidos como "cool". Esa mezcla de acciones dañinas y comportamientos vergonzosos resulta, como lo describe ella, un horror inesperado.
El algoritmo de las plataformas de redes sociales, no favorece el contenido que genera valor, sino el que genera tráfico de interacciones. Este enfoque termina amplificando lo superficial, lo polarizante y, a menudo, lo más destructivo. Figuras como Elon Musk y Mark Zuckerberg encarnan este fenómeno, donde sus intentos de moldear el ecosistema digital son eclipsados por sus comportamientos pueriles y su obsesión por encajar en narrativas políticas o sociales que les convienen.
Mientras Musk llena sus redes con tuits que parecen sacados del cerebro de un adolescente en busca de atención, Zuckerberg se disfraza de bro para integrarse a círculos de poder que terminan dictando las políticas de su empresa, concluye Shaw. Todo esto mientras los algoritmos diseñados por estas mismas figuras amplifican contenido que explota el conflicto, la desinformación o la misoginia, dejando en segundo plano las ideas que realmente podrían generar un cambio positivo.
Esto me lleva a una reflexión más amplia: se habla mucho de cómo la inteligencia artificial, las startups y el ecosistema digital están “rompiéndola” y transformando nuestras vidas. Sin embargo, hay una pregunta que pocos plantean: ¿de qué sirve ser los más rápidos, los más eficientes o los más disruptivos si el propósito detrás de esas innovaciones no trasciende lo meramente transaccional? No es de extrañar que las generaciones más jóvenes prefieran priorizar trabajos con propósito antes que aquellos que solo llenan bolsillos.
Independientemente de quién termine adquiriendo TikTok, el debate más importante no es quién controla estas plataformas, sino cómo podemos navegar en un mundo donde la calidad de la información se diluye frente a algoritmos que premian el sensacionalismo. Por ello, resulta urgente que en países como el nuestro se implementen programas de alfabetización mediática que no solo enseñen a identificar información falsa, sino que también ayuden a desarrollar un pensamiento crítico frente a la avalancha de contenido que consumimos todos los días.
Referencias:
Shaw, R. (2025, January 16). I knew one day I’d have to watch powerful men burn the world down – I just didn’t expect them to be such losers. The Guardian. https://www.theguardian.com/commentisfree/2025/jan/16/i-knew-one-day-id-have-to-watch-powerful-men-burn-the-world-down-i-just-didnt-expect-them-to-be-such-losers