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Redes de cuidado, 2da. parte

Redes de cuidado, 2da. parte

La semana pasada les platiqué sobre Nancy Fraser y su idea del capitalismo caníbal, ese sistema que se alimenta del cuidado que las personas se dan entre sí sin reponerlo, que extrae hasta agotar. Hablamos de cómo necesitamos redes de cuidado colectivas en lugar de convertirnos en superhéroes del autocuidado individual. Pues bien, esta semana mi amiga imaginaria vivió un ejemplo perfecto de esto en su trabajo.

Resulta que donde trabaja constantemente les brindan pláticas sobre estabilidad laboral, emocional y financiera. Lo más interesante es que estas pláticas las dan en horario laboral, no antes de la jornada, ni después ni durante el horario de comida, lo cual me suena a una green flag o buena señal de ese trabajo.

La plática fue expuesta por una psicóloga que les dio consejos sobre cómo lidiar con el estrés y burnout, dando tips de cómo robarle tiempo al tiempo y practicar el mindfulness —esa práctica de estar presente en el momento, de prestar atención plena a lo que estamos experimentando sin juicio, básicamente anclar tu mente al ahora en lugar de dejarla vagar entre pendientes del pasado y ansiedades del futuro. La psicóloga aconsejó aprovechar esos pequeños momentos del día para calmar nuestra mente en lugar de dejarse llevar por los pendientes.

Mi amiga tomó apuntes sobre los consejos, porque honestamente todo eso ayuda. Pero no podía dejar de pensar en algo que vi hace poco en redes: una persona decía que la mayoría del consejo de salud mental, y la terapia misma, están diseñados para llevarte hasta el punto de ser un trabajador productivo, sanándote al servicio del sistema sin reconocer que el sistema es lo que te está enfermando. No estoy diciendo que no hagas terapia o que no tomes medicamentos si los necesitas, ambas cosas pueden mejorar tu vida inmensamente. Lo que digo es que la forma en que abordamos la salud mental está limitada por la necesidad de apaciguar al capitalismo primero.

Y ahí está el detalle: le estamos pidiendo a la gente que se cure individualmente de un problema que es sistémico. Claro, puedes practicar mindfulness mientras lavas los platos para tu familia, concentrándote en la temperatura del agua, en el movimiento de tus manos, en estar presente. Pero ¿no sería mucho mejor si simplemente le pides ayuda a alguien más para lavar esos platos? El problema no es que no sepas estar presente mientras haces las cosas, el problema es que estás haciendo demasiadas cosas tú solo.

Es como si estuvieras cargando diez cajas pesadas y alguien te dijera "mejora tu postura para que no te duela la espalda". Claro que una buena postura ayuda, pero ¿qué tal si mejor alguien me ayuda con algunas cajas? El burnout laboral se debe enfrentar de forma colectiva y no aislada de forma individualista.

El abordaje colectivo del burnout exige un liderazgo consciente, honesto, humano y empático. No basta con contratar a un psicólogo una vez al mes si el líder del equipo manda correos a las 11 de la noche esperando respuestas inmediatas. No sirve de nada hablar de balance vida-trabajo si se glorifica a quien se queda hasta tarde o trabaja enfermo. Es exactamente eso: sanar al servicio del sistema sin cambiar el sistema.

Un líder consciente entiende que su equipo no son recursos humanos, son seres humanos. Reconoce señales tempranas de agotamiento: cuando alguien que antes participaba activamente ahora está en silencio, cuando los errores aumentan, cuando hay más ausencias o más tensión en el ambiente. Y lo más importante: actúa antes de que sea demasiado tarde.

Imagina un líder que, al notar que su equipo lleva tres semanas con cargas pesadas, decide redistribuir tareas, posponer lo que no es urgente o traer apoyo temporal. Uno que en las juntas pregunta "¿cómo están realmente?" y se queda a escuchar la respuesta completa, no solo el "bien" automático. Uno que cancela una reunión porque nota que todos traen la mirada perdida y dice "mejor tómense esta hora para ustedes". También está en modelar el comportamiento que quieres ver: tomar vacaciones completas, respetar horarios, no responder correos en fin de semana, admitir cuando algo te sobrepasa y pedir ayuda. Porque si el jefe nunca descansa, nadie en el equipo se sentirá con permiso de hacerlo.

Esto es construir redes de cuidado en el trabajo. No es dejar que cada quien se las arregle con su yoga y su meditación mientras la estructura los sigue exprimiendo. Es crear un ecosistema donde el cuidado sea colectivo, donde las cargas se distribuyan, donde haya espacio real para ser humano.

Al final, atacar el burnout colectivamente significa mirar honestamente las estructuras que lo causan: ¿las cargas de trabajo son realistas? ¿Los plazos tienen sentido o solo existen porque alguien los inventó sin consultar? ¿La cultura celebra resultados o presume largas jornadas? ¿Hay espacios seguros para expresar que algo no está funcionando?

Las pláticas de mindfulness están bien, en serio. Pero si la organización no está dispuesta a hacer cambios estructurales, entonces solo estamos poniendo curitas en una herida que necesita cirugía. Estamos sanando gente para que vuelva a funcionar en el mismo sistema que los enfermó.

Mi amiga imaginaria salió de esa plática con herramientas útiles para su día a día, pero también con la claridad de que su bienestar no puede depender únicamente de qué tan bien respire o medite. Necesita que su lugar de trabajo también haga su parte. Necesita una red de cuidado, no un manual de supervivencia individual.

Porque como decía Fraser la semana pasada: no estamos hechos para ser máquinas productivas que se auto-reparan con técnicas de respiración. Somos seres interdependientes que necesitamos estructuras que nos sostengan, no que nos expriman y luego nos digan "practica autocuidado".

Sí, podemos aprender a nadar mejor, pero sería ideal que también dejaran de echarnos al agua con pesas en los pies.


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​“Cerrando el Changarro - 2da Edición”

​Un espacio para pausar al final del año y revisar lo que este ciclo nos dejó.
A través de tres miradas, reflexionamos sobre los aprendizajes que nos formaron, lo que hoy nos sostiene y las posibilidades que se abren para el futuro.


Un cierre simbólico de actividades para reconocer lo vivido, soltar lo que ya no va y prepararnos para lo que sigue con más intención y menos prisa.

​Tendremos charlas, snacks y convivencia, ¡Ven con tus amistades y participa!

Hacen falta mujeres

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Necesitamos redes de cuidado, no superhéroes del autocuidado

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