El "no" ya lo tienes
En el 2023, paseaba con mi hermana por una plaza comercial. Era enero, el aire olía a propósitos nuevos, y de pronto ella soltó una frase que resonó como un eco de mi propio inconsciente: "Siempre me ha gustado aprender". En ese momento, yo cargaba con la idea de una segunda maestría, inspirada por una conversación entre colegas en la universidad donde imparto clases como un segundo trabajo. La semilla estaba plantada, pero faltaba regarla. Esa misma noche, casi como un acto de fe en el caos, envié un correo a la coordinación académica. Becas, papeleos, nervios… y así comenzó mi viaje en un campo que desconocía por completo. La incertidumbre era abrumadora, pero la curiosidad fue más fuerte.
Hoy, escribo mi tesina y el tiempo se ha convertido en un recurso escaso. Las horas que antes dedicaba a escribir aquí, a ordenar mis pensamientos o a domesticar la ansiedad con palabras, ahora las invierto en bibliotecas digitales y maratones de redacción académica. Sin embargo, este espacio sigue siendo mi ancla. Por eso hoy vuelvo, no solo para compartir una reflexión, sino para confrontar una frase que me persigue: "El no ya lo tienes".
La odio. La odio porque es cierta. Mi mente suele rebelarse contra las verdades que nos obligan a soltar el control. Justo gracias a esta segunda maestría que estoy por terminar, tuve la oportunidad de tomar unas clases de carácter optativo, esto quiere decir, que no tienen nada que ver con mi tema principal, una de ellas fue la de “Terapia Cognitiva Conductual ” donde conocí a Albert Ellis, que habla de creencias irracionales: esos mantras que repetimos y que nos limitan, como "Tengo que hacerlo todo sola" o "Pedir ayuda es signo de debilidad". Para una introvertida profesional como yo, esta frase ("el no ya lo tienes") es un recordatorio incómodo: la vulnerabilidad no es fracaso, sino un puente hacia lo inesperado.
Ejemplos que me duelen por ser necia:
Esa beca que casi no solicité por miedo al rechazo (y que obtuve).
La colaboración académica que propuse a un investigador senior, pensando que ignoraría mi correo (y que derivó en mentoría).
Este blog, creado en plena pandemia cuando creía que nadie leería mis divagaciones (y hoy es mi terapia pública).
Cada "sí" nació de un "no" que ya existía como posibilidad silenciosa. Como escribió Brené Brown en "El poder de la vulnerabilidad":
"La vergüenza se alimenta del secreto, el silencio y el juicio. La vulnerabilidad la derrota con conexión".
Aquí entra lo más personal: la distimia, esa niebla gris que a veces nubla la motivación. En esos días donde hasta respirar parece un esfuerzo, el "no ya lo tienes" se transforma. Deja de ser un consejo bienintencionado y se vuelve un desafío existencial: "¿Para qué arriesgarse si el rechazo confirmará lo que ya siento?".
Pero he aquí la trampa cognitiva: la distimia distorsiona la probabilidad. Nos hace creer que el "no" es un 99% seguro, cuando en realidad, como explica el psicólogo Martin Seligman en "Aprenda optimismo", el pesimismo crónico sobreestima el fracaso y subestima nuestra capacidad de influir en los resultados.
Albert Ellis mencionaba: “no son los hechos, sino nuestras interpretaciones, las que nos afectan'“. Un ejercicio que me salvó en momentos críticos (y que robo descaradamente de la Terapia Cognitivo-Conductual):
Escribir el peor escenario posible ("Si pido X, dirán que no y me sentiré ridícula").
El mejor escenario ("Dirán que sí y ganaré confianza").
El escenario realista ("Quizá haya un no, pero tal vez surja una alternativa intermedia").
Spoiler: el 80% de las veces, el realista gana.
¿Qué "no" estás evitando hoy por miedo a que confirme una narrativa limitante? ¿Una conversación pendiente? ¿Una propuesta laboral? ¿Un mensaje a alguien que admiras?
Yo, mientras termino esta tesina, me repito: el "no" duele, pero el arrepentimiento por no intentarlo duele más.
Si este mensaje resonó contigo, prueba hoy mismo: envía ese correo, haz esa llamada, escribe ese borrador. El "no" ya lo tienes… pero ¿y si esta vez es un "sí"?