El universo es caótico, pero tu mente no tiene que serlo
Esta semana tuve la oportunidad de asistir a una charla muy interesante organizada por “Mi Mente” (https://mimente.com/) e impartida por Juanma Quelle (https://juanmaquelle.com/sobre-mi/), experto en psicología positiva y liderazgo. El tema central fue cómo nuestra mentalidad —esa conversación constante que mantenemos con nosotros mismos— determina no solo nuestro bienestar, sino también nuestra capacidad para resolver problemas, conectar con otros y dejar una huella significativa.
La charla estuvo repleta de ideas prácticas respaldadas por ciencia (nada de piensa en arcoíris y el universo te lo dará). Desde cómo nuestro cerebro prioriza lo negativo (¡una crítica nos impacta 10 veces más que un elogio!) hasta la importancia de abrazar el caos como motor de crecimiento. Pero hubo un concepto que resonó especialmente en mí: No hay realidad objetiva; hay tantas realidades como esquemas mentales. Es decir, dos personas pueden vivir el mismo hecho y procesarlo de formas radicalmente distintas. La buena noticia es que, en gran medida, podemos elegir qué lente usar.
La cuestión que tenía hasta ese momento era: ¿Optimismo tóxico vs. realismo?.
Juanma fue claro: la psicología positiva no se trata de negar lo que duele o forzar una sonrisa ante lo injusto. Se trata de practicar la flexibilidad mental: reconocer que, incluso en las situaciones más difíciles, hay múltiples formas de interpretarlas y que algunas —aunque no anulen el dolor— nos ayudan a avanzar.
Esto me llevó a una pregunta que no pudo plantearse en el evento: ¿Cuáles son los límites de cambiar de perspectiva? Porque, seamos honestos, hay días en los que el "todo saldrá bien" suena a placebo. Y está bien. Personalmente, creo más en el agradecimiento activo ("soy capaz de hacer esto, incluso cuando cuesta") que en el positivismo forzado. Como mencionó Juanma, Henry Ford decía:
"Tanto si crees que puedes como si no, estás en lo cierto".
Pero también necesitamos talento, recursos y —sobre todo— permiso para sentir frustración cuando las cosas no salen.
Después de mucho pensar, aquí te comparto 3 ideas prácticas (sin ingenuidad):
Reemplaza el "por qué" por el "cómo": Cuando algo sale mal, nuestra mente busca culpables ("¿por qué a mí?"). Cambiar la pregunta a "¿cómo lo resuelvo?" nos saca del laberinto de la queja.
Aceptar ≠ resignarse: Hay situaciones que no dependen de nosotros (un despido, una enfermedad ajena). La aceptación —que no es pasividad— libera energía para enfocarnos en lo que sí podemos influir.
Tu legado es emocional: Maya Angelou nos enseñó que lo que recordamos de las personas no son sus títulos, sino cómo nos hicieron sentir. Una regla simple: "Que nadie se vaya de tu lado un poco menos feliz que cuando llegó".
Al final, la charla reforzó algo que ya intuía para ese momento: no se trata de ver la vida en rosa, sino de dejar de pintarla solo en negro. Podemos reconocer lo difícil y buscar aprendizajes. Agradecer lo que tenemos y ambicionar lo que merecemos. Como dice Juanma, el universo tiende al caos (entropía), pero somos sistemas abiertos capaces de ordenarlo —o al menos de bailar con él—.
¿Qué historia te estás contando hoy sobre tus desafíos? ¿Es la única posible?