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SE REFIERE A REALIZAR ACTIVIDADES CON EL MÍNIMO ESFUERZO, SE REFIERE A PREGUNTARSE DOS VECES EL PORQUÉ DE LAS COSAS Y SE REFIERE A LA ACEPTACIÓN DE LO QUE SOMOS.

El tiempo es nuestra moneda - pt. II

El tiempo es nuestra moneda - pt. II

Hay frases que nos llegan en el momento exacto, como si el universo conspirara para recordarnos lo que realmente importa. Mi hermana, con ese corazón voluntario que es el alma de nuestra familia, me compartió hace tiempo las palabras de José "Pepe" Mujica que hoy resuenan con más fuerza que nunca:

"... lo que estamos gastando es tiempo de vida, porque cuando yo compro algo, o tú, no lo compras con plata, lo compras con el tiempo de vida que tuviste que gastar para tener esa plata. Pero con esta diferencia: la única cosa que no se puede comprar es la vida. La vida se gasta. Y es miserable gastar la vida para perder libertad".

Vivimos en una sociedad que nos susurra constantemente que necesitamos más. Más objetos, más experiencias, más logros. Y en esta carrera infinita es exactamente lo que me llevó a desarrollar mi mantra personal: Nunca dar el 100. No se trata de mediocridad o falta de compromiso, sino de mesura consciente. Es reconocer que dar todo en todo momento es la fórmula perfecta para agotar nuestra única moneda verdadera: el tiempo.

Cuando digo Nunca des el 100, no estoy abogando por la pereza. Estoy hablando de la sabiduría de elegir conscientemente dónde vale la pena invertir nuestra energía vital. Es como ser un inversor inteligente con un capital limitado: no puedes ponerlo todo en cada oportunidad que aparece.

Hay momentos que merecen el 95%, otros el 70%, y algunos apenas el 50%. La clave está en desarrollar el criterio para distinguir entre ellos. ¿Vale la pena sacrificar tiempo con la familia por ese proyecto que, en el fondo, sabemos que es solo ego? ¿Merece esa discusión en redes sociales la energía que podríamos invertir en algo que realmente nos nutre?

Mujica vivía en una granja modesta, manejaba un Volkswagen del '87 y donaba la mayor parte de su salario presidencial. No era pobreza; era libertad. Había entendido algo que muchos de nosotros tardamos décadas en comprender: la libertad no viene de tener más, sino de necesitar menos.

"¿Cuándo soy libre? Cuando me escapo de la ley de la necesidad", decía. Esta frase me persigue y me libera a la vez. Cada vez que siento la presión de "tener que" hacer algo más, comprar algo más, ser algo más, recuerdo estas palabras. Aunque confieso que es difícil, sobre todo cuando tengo esta obsesión por comprar sneakers/tenis 😅

En un mundo que monetiza cada segundo, tomarse tiempo para reflexionar, para estar presente, para simplemente ser, se vuelve un acto casi revolucionario. Mujica, a sus 89 años, eligió pasar sus últimos días trabajando la tierra en su granja. No en un hospital de lujo, no rodeado de lujos, sino conectado con la naturaleza, con lo esencial.

Esto me hace pensar: ¿cómo queremos gastar nuestro tiempo? ¿En perseguir más cosas o en cultivar más momentos? ¿En demostrar lo exitosos que somos o en ser genuinamente felices?

Mi hermana, con su corazón enfocado hacia el bienestar comunitario, entendía intuitivamente lo que Mujica predicaba. Hay una rebeldía silenciosa en elegir lo suficiente sobre lo excesivo, la presencia sobre la productividad, la conexión sobre la acumulación.

Aquí debo hacer una pausa personal. Durante años, la palabra "conformarse" ha resonado en mis oídos con un tono casi acusatorio. Conformarse como sinónimo de rendirse, de no luchar, de evitar el esfuerzo necesario. Nuestra sociedad nos ha enseñado que conformarse es la antítesis del éxito, el enemigo del progreso.

Pero he comenzado a entender que a veces, lo que llamamos "conformarse" es simplemente una redirección inteligente de nuestra energía. Cuando elijo no pelear una batalla que no vale la pena, no estoy evadiendo; estoy liberando recursos para algo más valioso. Cuando acepto que cierto proyecto no merece mi 100, no estoy siendo negligente; estoy siendo estratégico con mi tiempo de vida.

Esta reinterpretación del conformarse se convierte en una oportunidad de aprendizaje profunda. Cada vez que digo "esto está bien así", me estoy preguntando implícitamente: "¿qué merece realmente mi atención plena ahora mismo?" Es un ejercicio de priorización consciente, no de resignación pasiva.

El conformarse bien entendido no es la ausencia de ambición; es la presencia de sabiduría. Es reconocer que no todos los cerros valen la pena de subir, que no todas las cimas necesitan ser conquistadas. Y que está perfectamente bien aceptar el 80% en algunas áreas de la vida para poder dar lo mejor de nosotros donde realmente importa.

"Triunfar en la vida no es ganar. Triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae", reflexionaba Mujica. Y yo agregaría: triunfar es también saber cuándo no intentarlo, cuándo decir "esto no vale mi tiempo", cuándo elegir la mesura sobre la obsesión.

Al final, cuando lleguemos al espejo y tengamos arrugas, como decía el expresidente uruguayo, la pregunta no será cuánto logramos acumular, sino si fuimos fieles a ese niño que teníamos adentro. Ese niño que sabía jugar sin mirar el reloj, que encontraba alegría en lo simple, que entendía intuitivamente el valor de cada momento.

Mujica hablaba de una "cuenta regresiva contra la naturaleza y contra la humanidad". Pero hay otra cuenta regresiva más personal: la de nuestros días. Cada amanecer tenemos 24 horas para gastar. La pregunta es: ¿las estamos invirtiendo en libertad o en esclavitud disfrazada de éxito?

Mi hermana lo entendió. Mujica lo vivió. Y nosotros todavía tenemos tiempo de aprenderlo. El tiempo no es solo dinero; el tiempo es vida. Y la vida, parafraseando al viejo José, se gasta. La cuestión es en qué elegimos gastarla.

Porque al final, la única revolución que realmente importa es la que hacemos contra nuestra propia urgencia, contra nuestra propia necesidad de más. La revolución de elegir lo suficiente, la revolución del tiempo bien vivido.

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